DE UTOLANDIA A REALITRÓPOLIS. EPISODIO 1: EL CHACARERO Y EL PLAYERO

 

 

EPISODIO 1: EL CHACARERO Y EL PLAYERO

Febrero 21, 2024

Había una vez en mi pueblo un chacarero foráneo que arribó a estas tierras luego de recibir por herencia una parcela de campo que era de su padre. Su viaje fue largo. Era la primera vez que visitaba la comarca ubicada en el éjido urbano de Realitrópolis.


¿Qué hacer con aquella tierra? Analizó varias opciones, pero se decantó por hacer explotación propia del suelo, considerando que lo más acertado era la siembra de arroz. En los últimos años la sequía había golpeado duro a la región, según le comentaron, y el arroz con riego resultaba la opción más prometedora. Contaba con gran experiencia como productor en su tierra natal... la lejana Utolandia. Allí las espigas de arroz eran perfectas, cada grano tenía la misma forma y peso, cada hectárea tenía el mismo rinde, uniforme y abundante. 


Una mañana enganchó su acopladito cisterna y se dirigió a la estación de servicios, propiedad de la Cooperativa de la que era socio, a comprar gasoil para su chacra. El chacarero llegó a la estación y detuvo su camioneta en la playa, dejando la boca de expendio junto al tapón de la cisterna. Descendió de la camioneta y aguardó a que llegara el playero.

 


El playero caminó hacia el vehículo, saludó al chacarero haciendo un gesto con la cabeza y tomó el pico del surtidor.


Antes de retirarlo de su calce preguntó - ¿Para qué quiere gasoil? - Es para mi tractor y la bomba de agua, para sembrar arroz en mi campito. – ¡Uh que pena! lo siento, no puedo venderle gasoil. - ¿Por qué? preguntó el chacarero. El playero lo dejó hablando solo. Fue a la oficina y volvió con varios papeles. – ¿Dónde está su campo?, preguntó el playero. – Aquí a 5Km. - Bueno, en ese caso “quizás” podamos venderle, no le garantizo nada, tenemos que analizarlo aún, puede que no tengamos la cantidad que usted requiere. ¿Cuántas hectáreas siembra? – Son veinte hectáreas nada más. – ¿Piensa sembrar más? – Sí, tengo fe de que me irá bien, y de ser así, en cuatro o cinco años espero poder alquilar el campo de mi vecino y sembrar cincuenta hectáreas en total. - Bueno, entonces tome. – ¿Qué es esto? preguntó el chacarero. – Léalo atentamente, dijo el playero. 

 

El primero de los documentos decía "Factibilidad de Suministro". En este documento, el playero certifiicaba que estaban en condición de venderle combustible. El chacarero continuó leyendo el documento y no podía creerlo. Dijo el playero, - Si quiere gasoil debe comprarme un camión cisterna, de esta marca, con aire acondicionado, dirección hidráulica, alza cristales eléctricos y 260 HP. Los accesorios del camión deben ser de esta marca, curiosamente es la que vendo en mi emprendimiento particular que está en la esquina, usted entiende, le buscamos la vuelta. El playero guiñó el ojo. Por otro lado, la cisterna que le coloque debe ser de acero inoxidable, de esta marca y de 10.000 litros. Una vez que compre todo traiga la factura por el pago total del mismo, así vamos agilizando los trámites. El montaje de la cisterna sobre el camión lo haremos nosotros, no dejamos que nadie haga eso, no nos gusta correr riesgos, luego le pasaré el importe de este trabajo, vio como es la economía, los precios cambian. Finalmente, cuando todo esté armado coordinaremos la prueba, si me gusta la sensación de manejo, si se siente seguro se lo aceptaré en donación y podré llevarle gasoil a su campo. – Usted no puede estar hablando en serio ¿quién redactó esto? – Créame que sí, le hablo muy en serio. Nuestro reglamento se basa en lo que la autoridad nos permite, sin embargo, como resulta muy escueto, incluimos términos propios que facilitan nuestra labor. – Pero ustedes son una cooperativa ¿dónde está el cooperativismo?, dijo el chacarero. – El cooperativismo… no lo sé… murió con el último miembro de la primera generación, ellos sabían para qué se asociaron, pero para nosotros, esto es sólo un negocio. Si quiere sembrar, así son las cosas aquí y en todos lados, estamos asociados, respondió el playero. – ¿Pero un camión? ¿Y además con una cisterna de 10.000 litros? Pero si yo con 4.000 litros tengo suficiente gasoil para trabajar todo mi campo durante un mes entero. – Puede ser, pero quiere sembrar 50 hectáreas y no podemos correr riesgos. Incrédulo el chacarero esbozó una sonrisa y preguntó - ¿Qué opciones tengo? – No tiene opciones, es eso o se queda sin sembrar. – Entonces voy a producir mi propio biodiesel. – Le recomiendo que no lo haga, es ilegal producir biodiesel como también comercializarlo o revenderlo – intimó el playero, – esto podría acarrearle varios problemas.

 

El chacarero se asesoró al respecto, no podía aceptar este atropello. Fue a las autoridades locales, pero su reclamo no fue considerado, puesto que parte del trabajo de las autoridades, era garantizar que los chacareros compren y donen sus camiones cisterna a las estaciones de servicio. El maltrecho chacarero no sabía que 50% del precio de venta del gasoil terminaba en las arcas de la autoridad a las que acudía.

 

Resignado él, que sólo sabe de producir en un mundo de oportunistas, vendió varias hectáreas de su campo para afrontar el gasto y tomó un crédito prendario a 10 años. Finalmente, sin opciones, compró el camión cisterna cumpliendo con todas las condiciones que demandaba el documento, y lo llevó periódicamente, ante cada avance para ser examinado por el playero. Finalmente, cuando todo estuvo en su lugar, el playero caminó alrededor del camión, observando que los accesorios no eran los que vendía en su emprendimiento particular. Nada obligaba al chacarero a comprar allí los accesorios del camión, pero esto molestó al playero, quien intentaba a toda costa imponer su propio negocio. 


Valiéndose de varias artimañas a fin de doblegar la voluntad del chacarero, objetó por ejemplo que el color del camión no le gustaba mucho. Aunque el reglamento nada decía sobre el color, al playero el gris le parecía muy triste. Luego se subió al volante, le dio marcha y lo condujo a modo de prueba. No conforme del todo solicitó, hacer un ensayo de frenado, sólo para estar seguro si lo recibiría en donación. Aprobado el ensayo, el playero aceptó el camión en donación. – Sólo para estar seguro, preguntó el chacarero, ¿usted no piensa darme gasoil a cambio del camión? – Para nada, respondió el playero, - O sea que no tengo ningún retorno de mi inversión. - Ni el más mínimo, pero si quiere le puedo dar estos papelitos de colores, que dicen que usted es socio de nuestra cooperativa. Puede guardarlos, pero por experiencia, no los deje sobre la mesa de su casa, mi hija pequeña los confundió con papel glasé y los usó en un collage para la escuela. Le recuerdo, además, que los costos de service del camión corren por su cuenta, junto con un año de garantía por cualquier vicio que pueda tener el vehículo, no nos gustan las sorpresas, queremos que las cosas que nos donen sean de la mejor calidad, no aceptamos menos.

 

El chacarero firmó la donación y volvió a su campo sin mediar palabras. Al día siguiente aguardó con ansias ver llegar el flamante camión con su preciado gasoil. Se hizo el medio día y el camión no aparecía. Abrió la tranquera y sacó a caminar su tristeza por el camino de tierra con rumbo al pueblo. Su cabeza gacha, como si la boina le pesara tanto, al tiempo que pateaba piedras con sus alpargatas agujereadas sobre el dedo pulgar.

 

El sonido de un motor lo sacó del letargo. A la distancia divisó una camioneta que se acercaba. Ya más cerca, vio que la misma tenía un acopladito cisterna como el suyo enganchado atrás. El chacarero rio, y en su fuero interno pensó – Pobre gaucho, otro desdichado que vuelve con su acopladito cisterna sin suerte. Para su sorpresa, el conductor era el playero. Tocó bocina e hizo señas para que le abriera la tranquera. El chacarero abrió la tranquera y el playero ingresó rápidamente, estacionó junto a la cisterna a nivel que había en el campo, bajó de la camioneta y comenzó a hacer el trasvase. El chacarero caminó atónito hasta el playero. - ¿Dónde está mi camión?, preguntó. – ¿Su… camión?, dijo el playero haciendo énfasis en “su”. ¿Para qué voy a venir en “su” camión si usted necesita 4.000 litros nada más?  - ¿Pero el camión? – Está guardado, cuando vaya a sembrar 50 hectáreas le traeremos combustible en “su” camión, o tal vez esté fleteando combustible a otro chacarero que en este momento siembre 50 hectáreas, vaya uno a saber. – Esto debe ser alguna clase de broma, dijo el chacarero. – Para nada. El playero terminó el trasvase, enroscó la manguera, subió a la camioneta y mientras el vehículo se movía lentamente, extendió la mano y acercó una factura. - Este es el valor del gasoil, dijo el playero. – No puede ser ¡si el combustible vale la mitad! - Es cierto, pero con nuestro flete le agregamos valor. – ¡Debe ser una broma! ¡Si fletean el combustible con los vehículos que los chacareros compramos! – Bueno mire, si tiene algún reclamo, cada cinco años nos reunimos con los chacareros a escuchar sus quejas. Ahí puede hacer su catarsis. - ¿Cada cinco años? – Sí, aunque a veces nos reunimos antes, sobre todo cuando queremos más camiones o vender el gasoil más caro.

El playero aceleró y se despidió dejando al chacarero con espasmos de ira. - Avíseme cuando necesite más gasoil, adiós.

 

Así pasaron los años, el chacarero envejeció y el playero también. El chacarero nunca pudo recuperarse económicamente y sembrar sus anheladas 50 hectáreas y, en consecuencia, el playero nunca llevó gasoil en el camión cisterna. Pasaron más años, entre ellos los 10 años del crédito que el chacarero con esfuerzo pudo cancelar. Ambos fallecieron y el camión cisterna siguió guardado en algún galpón de la estación de servicios, haciendo algún viaje esporádicamente cuando algún chacarero con 50 hectáreas lo requería. Mientras tanto allí estaba acumulando polvo, junto con tantos otros camiones cisterna de chacareros en la misma condición. Año a año, el patrimonio de la estación iba en constante crecimiento. Los balances eran generosos. La abundancia llevó a la especialización en los cargos y cada vez más gente trabajaba en ella. Había personal para tareas muy específicas. Así el playero sólo dispensaba combustible. Otra persona sólo limpiaba parabrisas. Otra sólo hacía inventarios. Otra miraba el aceite de los motores. Otra coordinaba a todas las demás. Los cargos fueron en aumento, al punto de requerir coordinadores de coordinadores. Los salarios elevaron los costos fijos, lo que se tradujo en un aumento progresivo del precio de venta del gasoil. Las estaciones de servicio no absorbían nada, trasladaban todo a los chacareros, quienes a su vez las financiaba. Cada vez menos chacareros sembraban, completamente diezmados por un sistema que los oprimía. El resultado fue tan obsceno que las mismas autoridades, que aseguraban que los chacareros compraran camiones cisternas, socias al 50% con las estaciones de servicio, vieron mermar la actividad agropecuaria e intervinieron poniendo un techo al precio del gasoil, con esperanzas de lograr algún tipo de reactivación de la economía. Las estaciones de servicio no tardaron en reclamar y solicitaron a las autoridades adelantar la próxima reunión, facultad que no tienen los pocos chacareros que quedaban. Quién más que ellos para compensar su lucro cesante, era su obligación.

 

Así fue como un día se reunieron en un pueblo de Entre Ríos. Allí estaban los pocos chacareros que quedaban, los representantes de las estaciones de servicio y las tres autoridades que fiscalizaban la reunión.

Ese día un playero expuso con vehemencia, una comparativa de precios de venta del gasoil, cuyo aumento había sido menor, en contraste con otros productos del sector, y la imperiosa necesidad de ajustar el precio del gasoil conforme a los aumentos que se habían dado en otros sectores. Al momento de tomar la palabra, uno de los chacareros objetó que se estaban comparando peras con manzanas, es decir, el playero comparaba los precios de productos de libre mercado, productos que el usuario podía elegir comprar o no, y de los cuales tenía opciones de marca, en contraste con el precio de su producto, que se comercializaba en un entorno monopólico. El chacarero observó también que prueba de este entorno monopólico, era la misma reunión a la que asistían, en sustitución de un libre mercado, requiriendo la presencia de autoridades que oficien de mediadoras en la puja de precios. Además, presentó copias de las facturas de compra del camión, la cisterna y los accesorios y la donación de todos ellos en perjuicio de su economía y en beneficio de la estación de servicios, la cual sólo debe afrontar los costos operativos de su estructura de negocio, puesto que el su patrimonio que posee le fue donado o financiando a través de los años por los chacareros, o bien fue cedido discrecionalmente por parte de las autoridades.

 

Dijo el chacarero – Si existe una autoridad reguladora es porque la actividad es monopólica, si existe esta reunión entre estaciones de servicios y chacareros, como punto de encuentro de oferta y demanda, es porque no existe libre mercado. No existe libre mercado porque no tenemos opciones. Si pudiese elegir a su competencia y esta ofrece el mismo producto a un menor precio, asegurándome que tendré gasoil en mi campo cuando lo requiera, sin duda las estaciones de servicio aquí presentes dejarían de existir, ya que argumentan ser incapaces de sostener su estructura de negocio cuando el mismo se ha forjado a fuerza de donaciones y financiación que ha costado sudor y lágrimas a los chacareros, sin considerar además la cesión discrecional de capital por parte de las autoridades. Determinen el costo real de su producto, sincere su estructura de negocio, gane dinero moderada y honradamente. a sabiendas que estamos obligados a comprarles y sea parte fundamental del crecimiento de la región. Los chacareros debemos absorber los aumento y costos que implican sus reglamentos, puesto que, del otro lado, nuestros productos se comercializan en un libre mercado, en la que nuestros clientes pueden elegir si comprar o no, inclusive, pueden reemplazar los productos de su canasta por otros más económicos.

 

El chacarero hizo una pausa y continuó, - Así resolvemos el 50% del problema, por otro lado, las tres autoridades aquí presentes, que en este momento ofician de fiscalizadores, pero en conjunto socias al 50% con las estaciones de servicio, puesto que 50% del precio va a sus arcas, deberían proceder de igual manera, sincerando su estructura de costos, a fin de que el precio de venta al público del gasoil se reduzca a valores que permitan el crecimiento económico de la región, previendo mecanismos de retorno para las inversiones en camiones cisterna, que hacemos los chacareros, permitiéndonos producir y comercializar libremente su gasoil, sin reglamentaciones o trabas técnicas extravagantes, lo que redunda en un beneficio colateral de reducción del impacto ambiental. De este modo, el problema se resuelve en su totalidad.

 

La exposición del chacarero fue solemne. Lamentablemente hacia el final de su discurso, en la sala solo había otros chacareros y sólo una de las tres autoridades, presente por cuestiones protocolares más que prácticas.

 

Al final, por fuerte que sea una cadena, siempre se corta por su eslabón más débil... No hay cadena sin la unión de los eslabones, no hay un eslabón mas importante que el otro, porque sin la unión de los eslabón la cadena pierde su función, pierde su razón de ser.





 

 

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